En Alcázar
de San Juan a 24 de mayo de 2015
Estimado
amigo/a:
Ya que me
escribe preguntándome por lo ocurrido, sepa usted que yo soy un pobre hombre
que ha sufrido muchas penas en esta vida. Por todas esas penas que he pasado,
mi cuerpo está destrozado, me falta una pierna, casi no veo con un ojo, no oigo
con un oído y no puedo hacer fuerza con los brazos, me duelen todos los huesos
del cuerpo y casi no puedo andar. La “gente buena” de este barrio, que somos
casi todos, estamos acostumbrados a pasar algunos días en la cárcel, no nos
importa, estamos preparados para eso, no nos importa, somos gente dura que no
tiene problema en hacer lo que haga falta, podemos pelear con cualquiera, robar
a una pobre vieja lo poco que tenga, no pasa nada, esto es así. Pero a mí lo
que más me gusta es robar a la gente rica de la ciudad, me encanta la cara que
ponen cuando le pongo la navaja y les quito todo lo que tienen, ya sean hombres
o mujeres, se les pone una cara de miedo que a mí me encanta. Disfruto viendo
como ellos están pasando miedo mientras que yo me llevo su dinero para ir a
pasar una buena juerga.
Vivo en una
zona pobre de mi ciudad, donde la gente de bien no quiere venir, pero no hace
falta que vengan, nosotros no los queremos tampoco por aquí. Vienen con sus buenos
trajes, bien arreglados y vestidos, mientras que los que somos de aquí, de
nuestro barrio, del Toronelo, vamos vestidos con harapos y ropas viejas que van
pasando de unos a otros. Aunque es verdad que si vienen por aquí lo más fácil
es que le robemos su bonita ropa y sobre todo su bonito dinero. Con este dinero
nosotros podemos pasarnos un buen día de juerga y, ellos no lo notan, se van
otra vez a su rico barrio y vuelven a coger más dinero del que tienen en su
casa. A ellos no les hace falta, tienen mucho más en su casa, pero para
nosotros es una cantidad que nunca podríamos tener si no fuera así. En resumen,
a nosotros casi no nos dejan ir por sus barrios ricos, y, ellos no pueden venir
por nuestro bonito barrio, porque si vienen por aquí le robamos todo lo que
tienen.
Una vez que
le he contado un poco la situación de como es mi vida, le voy a contar que fue
lo que pasó aquella noche. En realidad yo no hice nada, pero como no tengo
buena fama, aquí estoy, tres meses ya en la cárcel, siendo que soy la persona
más inocente del mundo.
Aquella
tarde yo estaba pintando la puerta de mi casa, en la calle Amaneceres, de mi
precioso barrio de Toronelo. A eso de las doce de la mañana, pasó por delante
de mi casa un grupo de hombres y mujeres muy bien vestidos, con buenas joyas y
collares, que parecía que iban diciendo “quítamelos”.
Pero bueno a
mí me dio igual, yo seguí pintando mi casa tranquilamente. Cuando pasó un rato
se oyó mucho jaleo, llegó corriendo la policía y creó que también alguna
ambulancia. De repente se lió un follón bastante grande. Le juro que yo no hice
nada, pero sin saber cómo ni porque mi casa estaba llena de policía que me
revolvió lo poco que tengo, mis pocas ropas y cacharros. De repente y no sé
cómo, un policía encontró debajo de un sillón uno de los collares que dicen que
llevaba una de las señoritas que había pasado delante de mi casa hacía poco. Yo
le juro que no sé cómo llegó hasta allí.
La puerta de mi casa siempre está abierta,
porque nos fiamos unos de otros en nuestro barrio, a lo mejor algún vecino se
lo quitó y me lo puso allí, o puede ser que un policía me lo pusiera allí para
detenerme, ya que no soy muy amigo de ellos.
Lo único que
le garantiza, señor abogado, es que yo no lo robe, aunque estaba en mi casa, es
verdad que estaba allí, pero yo creo que me lo llevaron para acusarme sin
motivos.
No tengo
dinero ni nadie que me defienda, por eso aprovecho que me mandó usted su carta
para decirle que cuide de que no me condenen. Defiéndame usted, señor abogado.
Aunque no tengo dinero para pagarle, si me saca de la cárcel, en la que estoy
injustamente, ya me encargaré yo de encontrar algo con lo que pagarle.
Se despide
de usted, Juanito Maravillas.